El universo es la musa y el génesis de la ciencia,
es su centro gravitatorio y el templo celeste que responde a gran escala
las incógnitas que alinean a este mundo y los seres que habitamos en
él.
Una vez que el hombre
descubrió que las actividades en el espacio influyen intrínsecamente en
lo que ocurre con un individuo o grupo en específico (astrología) y en
la Tierra, esta rama del saber se ha inspirado desde entonces en el cosmos para desarrollar su expresión sistemática.
En la biología, partiendo de la astronomía, la alquimia y Mitología Griega,
se establecieron representaciones gráficas para identificar al reino
animal, vegetal y mineral por género y especie, de las que devienen los
símbolos femenino y masculino. El primero, identificado con un escudo y
una lanza, representa al dios Marte. Y el segundo, ilustrado con un círculo y una cruz que es en realidad un espejo de mano, hace referencia a la diosa Venus.
Este patrón fue desarrollado en el siglo XVII por Carlos Linneo, científico, botánico, zoólogo y naturalista, copiando los signos de un manuscrito de alquimistas europeos de la época medieval, llamado Pharmacopoea Leovardensi,
en el que asociaban metales con astros y signos específicos como
especie de abreviatura: para Marte, el hierro ♂; para Venus, el cobre ♀,
y para Mercurio, el mercurio ☿.
Los símbolos masculino y femenino, denotados como dios Marte y diosa
Venus, son el reflejo del maravilloso nexo que existe entre la
astrología y la mitología, pues además de este sistema biológico, los cuerpos celestes, Venus, Júpiter, Marte, Mercurio y Saturno también recibieron sus nombres en honor a los dioses griegos.
Mismas asociaciones metafóricas que se implementaron en la alquimia y
dieron forma a estos símbolos que distinguen al hombre de la mujer.
Con todo esto, la frase “los hombres
son de Marte y las mujeres de Venus” pierde un poco el tinte sexista
que recibe a menudo para ganar un sentido teórico más interesante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario