
En otras ocasiones esperar irrita. Me refiero a cuando queremos algo que no acaba de llegar. Puede ser el juego de la play que hemos comprado por internet, la nota del examen que hicimos hace tres meses o el café que hemos pedido para desayunar. La diferencia con el caso anterior es que tenemos algo más de interés en aquello que esperamos, no es un mero trámite para hacer otra cosa…
A partir de aquí, si damos un paso más, el hecho de esperar cobra un sentido nuevo. Aquello que esperamos nos llama tanto, que nos avanzamos lo que haga falta para esperarlo. Esto nos pasa, por ejemplo, cuando llega nuestro novio de viaje, si se acerca nuestro cumpleaños o el de algún amigo, etc. En estos casos es diferente, somos nosotros mismos quienes decidimos dedicar tiempo a planear y organizar con la ilusión de hacer que esa bienvenida o celebración sea más especial, más nuestra, más de nuestros amigos. Para sacar el máximo fruto de aquello que nos ilusiona.
Esto es lo que hacemos la Iglesia, todos los cristianos, con la Navidad: poner nuestro corazón, un mes antes, en este gran misterio: Dios hecho hombre, hecho niño, por nosotros… En Adviento tenemos tiempo para pensar, meditar, rezar… de modo que podamos contagiarnos de la alegría profunda de este gran acto de misericordia escondido en la pobreza y la humildad de un pesebre.
En este tiempo lo fundamental es la oración, y una oración que puede hacer cualquier persona. Porque antes de que Jesús naciera no había cristianos, por eso todos podemos aprovechar y pedirle que entre en nuestros corazones, que nos dé esa fe que vemos que nos falta, que le conozcamos mejor… ¡Ven Señor Jesús!
Fuente: jovenescatolicos.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario